Personajes Alfonso Diez |
* María
Félix vs Carlos Fuentes
Cuando Carlos Fuentes cumplió 80 años de edad el pasado 11 de
noviembre se le hicieron diversos homenajes. Se le anunciaban otros. El autor
de La Muerte de Artemio Cruz y de Terra Nostra nació en la ciudad de Panamá, pero
como su papá era miembro del cuerpo diplomático de México en aquella nación,
fue registrado como mexicano. Muchos años después, el gobierno del Estado de
Veracruz lo distinguiría nombrándolo ciudadano veracruzano, por ser hijo de un
nacido en esa entidad y tal caso lo contempla la Constitución del estado.
La Universidad de Veracruz creó hace poco la Cátedra Carlos Fuentes,
en Xalapa, con lo que rinde un merecido homenaje al magnífico escritor. Esto me
lleva a recordar una entrevista que hice a María Félix y nos permite aclarar:
¿Hasta dónde debe llegar el escritor? ¿Y el periodista? ¿Qué rige su
comportamiento y la elaboración de su obra escrita? ¿Y la del artista? ¿O la de
una actriz famosa?
Fuentes era muy amigo de José Luis Cuevas y éste amigo mío. Durante
una comida en casa de José Luis me tomaron una foto que es valiosa para mí, en
la que estoy, al centro de la misma, abrazando a cuatro damas, formando un
semicírculo los cinco y con la mirada puesta en la cámara: eran Silvia Lemus,
esposa de Fuentes; Bertha Riestra, de Cuevas; Georgina Conde Taboada, esposa de
Fernando Benítez; y la de Octavio Paz, Marie-Jo Trianin. La foto y la reunión
serían motivo del comentario posterior de los cuatro mencionados, debido a la
publicación de la entrevista que reproduzco más adelante.
Cuevas y Fuentes intercambiaban con frecuencia relatos acerca de sus
conquistas. En cierta ocasión estaban en una reunión admirando a una de las
asistentes. El dibujante se retiró y más tarde le llamó Fuentes para presumirle
que se encontraba en un cuarto de hotel en la cama con la mujer que les gustó.
Hay más anécdotas de ambos que no vienen al caso y aunque es
evidente que la conducta de los dos se puede calificar de frívola, no podemos
referirnos a sus trabajos, ni calificarlos partiendo de hechos como éste.
Se ha dicho mucho del escritor a raíz de los homenajes, pero el
adjetivo y los insultos que le aplicó María Félix quedaron para la historia. No
los comparto, desde luego. El escritor, cualquiera que sea, puede tomar una
historia, o la figura de algún personaje para elaborar una novela. No hay
ofensa, menos cuando la obra está bien escrita. Oscar Wilde decía que no se le
pueden poner adjetivos al texto de un escritor; no se le puede tachar, por
ejemplo, de novela homosexualoide, o sodomita, como lo hicieron con él en su
tiempo. “El texto está, simplemente, bien escrito o mal escrito”, es la única
manera en que se puede calificar una obra escrita, decía Wilde. Y tenía razón.
Claro, otra cosa son los libelos llenos de mentiras acerca de los
artistas de moda, escritos además con un lenguaje y un estilo que dejan mucho
qué desear; forman parte del periodismo actual y desafortunadamente del que más
se lee.
Sin embargo, María no entendió que el escritor había procedido de
manera profesional. Publiqué la entrevista que me concedió la protagonista de
Doña Bárbara el 4 de agosto de 1986 (fechada el 11 de agosto), en el semanario
en que escribía entonces. Años después volvería a llamarle de la misma manera
que lo hizo conmigo: “Mujerujo”.
María, que murió
exactamente a los 86 años de edad (nació el 8 de abril de 1914 y murió el 8 de
abril de 2002, aunque sobre el año de su nacimiento hay dudas), no era proclive
a hablar a la prensa. Aceptó, en mi caso, porque consideró que ya era hora de
parar tantas mentiras sobre su persona. Me distinguió como el indicado para
hacerlo y durante la entrevista habló sobre algunos personajes, Margarita López
Portillo, Carlos Fuentes, Paco Ignacio Taibo, Marco Antonio Muñiz… Lanzó
entonces retos que nunca fueron respondidos. Lo que sigue es parte de lo que
publiqué entonces.
“Ya estuvo bueno.
Durante años he soportado que digan de mí lo que quieran sin contestar, pero ya
no es posible seguir en silencio ante todas las mentiras y ataques a mi
persona”.
María Bonita, de Agustín Lara. Llamada en otro tiempo “la mujer más
bella del mundo”, se ha repuesto de una fractura en la cadera que la tuvo
postrada por algún tiempo. “Los huesos
tienen que soldar y los míos están más firmes que nunca”, dice la sonorense
con su altivez característica.
— En algunos periódicos
se metieron con mi salud y eso no lo permito.
— Si no responde usted, parece seguir el juego y hay muchas
interrogantes respecto a su persona. Una de ellas: ¿Cuál fue el problema con
Margarita López Portillo?
— La señora López
Portillo quería poner un director español para que me dirigiera en la película
Toña Machetes y yo quería uno mexicano, de ahí se armó la bronca.
Pero ahí no paró todo,
¿Qué es lo que pasa? Paco Ignacio Taibo publicó una biografía sobre mi persona
sin mi autorización y yo le digo: ya estuvo bueno, hijo.
Y si le quiere usted
buscar, le seguimos. Marco Antonio Muñiz grabó un disco para la RCA en el que
unieron mi voz a la suya, era una grabación que hice hace tiempo, pero no me
pidió permiso para utilizarla. ¿Qué les pasa? Se valen de que no respondo para
hacer y decir lo que quieren.
Tiene usted el caso de
Carlos Fuentes, ese inmundo ser que se dice escritor. Él lo que quiere es que
yo le responda, para hacerse publicidad y eso es lo malo de que esté yo
aclarando puntos. Es un cretino que lo único que quiere es ganar dinero a costa
de mi persona. Si Dolores viviera, estaría furiosa.
— Se refiere usted a la última obra de Fuentes, Orquídeas a la
Luz de la Luna.
— Claro, pero ni lo
diga. Que ese cretino se haga su propia publicidad. Es un Mujerujo, porque
tiene corazón de mujer. Desafortunadamente, en el caso mío, es el precio que
tengo que pagar por ser famosa.
Hay mucho cretino, como
ese de Novedades que se firma Mirabal, pero su verdadero nombre es Ricardo del
Río y es español… Es español y todavía tuvo la desfachatez de atacarme en un
artículo en el que puso: ‘váyase usted de México, señora’. Qué se ha creído,
que se vaya él. Me dio una disculpa, porque le caló hondo lo que le dije. Luego
me salió con que estaba yo apostrofada y paralítica y eso sí me dolió porque a
mi salud no me la tocan. Aquí estoy, vivita.
No estoy retirada de
nada. Espero un buen director, con un buen argumento. Morales Ortiz, de la
sección de Espectáculos del periódico “Esto” me defendió, le contestó al
español. Yo, efectivamente, tuve un problema de salud, pero ya está resuelto.
Es comprensible, cualquiera se puede enfermar. ¿Por qué hacen tanta alharaca?
Ahora me tocó a mí, pero le puede tocar a cualquiera. Tienen hambre y me inventan cosas.
Este señor quiere estar
en el candelero a costa de mi persona, igual que el otro cretino, el que se
dice escritor, que en lugar de una torta quiere dos y no tiene derecho a hablar
de quien no se defiende ni de quien ya murió.
— Recuerdo el caso de Zona Sagrada.
— Le digo que lo que yo
no quiero es que ese cretino se haga publicidad a costa mía. Lo que él quiere
es que yo hable de él para pavonearse. Es un tipo sucio. Toda la vida no han
hecho más que sacar y yo no respondo, por eso se aprovechan.
— Está bien, no hablemos más de él. Sobre el asunto de la
señora López Portillo hubo otros aspectos.
— Todo lo que se dijo
fueron mentiras. Aquí la reto a que le hable a usted para desmentirme. Lo que
sucedió fue que no estuve de acuerdo con ella cuando quiso mantener en su
puesto a un director español. Como le dije, eso fue todo, lo demás son chismes.
Démosle esta semana para que le llame. El que calla otorga. Si no, verá usted
que yo tengo razón.
— ¿Y lo del dinero que le dieron y no devolvió?
— Mire, yo había
invertido mucho tiempo y trabajo preparándome para la dichosa película, así que
no me vengan ahora con cuentos. Que respondan con sus cuentas ante la autoridad
que les corresponda. Lo demás, como le dije, son cuentos.
— ¿Volverá usted a filmar? ¿Hará televisión, teatro?
— Estoy en la mejor
disposición de trabajar en lo que siempre he trabajado, en seguir en mi carrera
artística, de la que nunca me he retirado y póngalo usted así: Nunca me he
retirado. Pero que me traigan un buen asunto, que me pongan un buen director y
usted verá las cosas que todavía podemos hacer. Me han venido a ofrecer algunos
asuntos, todavía los estoy estudiando, por lo mismo no le puedo adelantar nada,
pero en cuanto me resuelva se lo haré saber.
Y creo que por el momento
aquí le paramos, no hay que darles muchas margaritas.
Por otro lado, por lo
que a usted se refiere, le agradeceré ponga las cosas tal como se las dije, sin
más ni menos, otro día volveremos a platicar.
Margarita no respondió al reto de María Félix. Hablamos en diversas
ocasiones, pero no se tocó ese punto, ni siquiera durante la entrevista que me
concedió y en la que se refirió a Luis Echeverría y a Manú Dornbierer, entre
otros. La hermana del ex presidente murió el 8 de mayo de 2006, cuatro años
después que María y curiosamente nacieron el mismo año. Sobre la manera en que
la actriz se refirió a Fuentes, no sé qué diría él; a mí, nunca me dijo nada.
Lo cierto es que María se excedió. Se equivocó.
María Félix tenía 72 años de edad cuando le hice la entrevista. Ya
no tenía compañero sentimental, era viuda después de varios matrimonios muy
comentados: Fue esposa de Agustín Lara, tal vez nuestro músico-poeta más
querido y admirado. Se casó también con Jorge Negrete, actor con mucho carisma,
barítono atenorado con una bella voz, ídolo del cine mexicano que fue
secretario general de la ANDA y murió en la ciudad de Los Ángeles poniendo fin
al efímero matrimonio con la actriz, quien cuando la entrevisté no imaginaba
que su adorado hijo Enrique iba a morir de sida diez años después.
Carlos Fuentes tiene 80 años de edad. Su esposa, Silvia Lemus, fue
periodista. No esperaban que su hijo entrañable iba a morir joven. El hecho va
contra lo que esperamos, deseamos que nuestros hijos sigan adelante cuando el
invierno llega a nuestras vidas y probablemente ya no lleguemos a la siguiente
primavera.
Los dos sufrieron la pérdida más grande que se puede tener.
Tanto María como Carlos tienen su lugar en la historia. Y en ambos casos, la obra está bien o mal hecha, nada más. Sin calificativos. |